Poner buena cara y sonreir

lunes, 3 de junio de 2013

Su sonrisa

Miradla, tan lúcida, tan fantástica. Sonríe, y es como si se detuviese el tiempo. Sonríe, y parece que el mundo gire más lento. Y tengo ganas de comérmela, de practicar el más puro canibalismo con su cuerpo, a besos, con lengua. Y tengo ganas de congelar todos esos momentos que pasamos juntos; esos momentos tan distraídos, tan improvisados. Momentos impregnados de esa magia natural de las cosas que no se repiten; de esos momentos únicos que no vuelven.
Y, miradla, ¿no es preciosa? Quisiera tener todo el tiempo del mundo para perderlo junto a ella, y luego jugar a encontrarlo, y besarnos de vez en cuando, en cada esquina, y que hayan esquinas a cada paso. Y desnudarla por las noches, y contar todos los lunares del mundo en su espalda, y dormirme mientras nos miramos sin decirnos nada, y hablando de todo, en silencio, que a veces es el mejor idioma.
Quisiera, pues hablamos de proyectos de futuro, de ojalás de humo, de deseos que masturbo por las noches, cuando, en silencio, me escucho mejor a mí mismo. Por las noches, cuando cierro los ojos y viajo a algún lugar en el que somos, donde te cojo la mano y te quito los miedos de encima; donde me dedico a sacudir los kilómetros que nos separan, esos monstruos que hacen que te eche de menos
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