Poner buena cara y sonreir

viernes, 9 de agosto de 2013

Tengo suficiente contigo.

Estaban sentados en el parque de un pueblo a las afueras de la ciudad, de madrugada, una noche cualquiera como la de hoy. Se podían ver en el cielo un montón de estrellas. Sucedió así:

—El otro día vi una estrella fugaz y pensé en ti.
—¿Por qué?
—Porque he visto demasiadas películas de amor.
—¿Y qué pensaste?
—Si te lo digo no se cumplirá.
—No es esa la respuesta que esperaba.
—Lo sé. La respuest...
a que esperabas es que pensé en ti porque te quiero.
—No voy a decirte si esa era la respuesta que esperaba.
—Negarte a hacerlo afirma que sí que lo era.
—Eres muy inteligente.
—Y un gilipollas.
—Un gilipollas inteligente, interesante.
—Un gilipollas inteligente y romántico, ilógico. Pero, ¿sabes?, algún día me cansaré de ser todo eso, porque no es algo que disfrute del todo. Es decir, no puedo evitar ser así y lo acepto, y juego con las cartas que me han tocado, pero a la mierda con todo eso, ser como soy es estar constantemente al borde de un precipicio.
—Yo puedo salvarte.
—No sabes lo afortunado que me siento al escuchar eso.
—Hubiese sido bonito que te sintieses afortunado sin necesidad de que te lo dijese.
—A lo mejor me sentía afortunado antes, pero no he sabido demostrarlo.
—¿Te sentías afortunado antes?
—Me sentía... a punto de morir, entre la espada que tenías en la mano y con la que apuntabas directamente a mi corazón y la pared. Y créeme cuando te digo que no estoy seguro de si estaba bien o mal en esa posición.
—Estás loco.
—Las mejores personas lo están.
—Esa es una frase de Alicia en el País de las Maravillas.
—¡Oh, venga, has roto la magia!
—Puedo arreglarla.
—¿Cómo?
—Besándote.
—Nunca me han gustado los atajos, ¿sabes?
—Qué gilipollez. Deja de complicarlo todo.
—Complicarlo todo es la única forma que tengo de protegerme de que personas como tú terminen haciéndome daño.
—Complicarlo todo es la forma que tienes de terminar haciéndote daño a ti mismo.
—Has estado muy hábil omitiendo "única".
—Empiezo a conocerte.
—¿Y qué tal?
—Pensaba que no te gustaban los atajos.
—El hecho de que no me gusten no quiere decir que no los tome. Entonces: ¿Qué tal?
—Qué tal... "¿Qué tal?", dices mientras clavas en mi pupila tu pupila azul. ¡Qué tal! Y tú me lo...
—Para, para, que esa poesía ya sé como termina. ¡Y mis ojos son verdes!
—Tus ojos son preciosos.
—Tienes una forma de hacerme esperar muy adictiva, pero sabes que me cansaré en algún momento.
—¡No digas eso! Mira, esta noche es muy bonita, hay un montón de estrellas. ¿No tienes suficiente con eso por ahora?
—Tengo suficiente contigo.
—Por ahora...
—Y no vuelvas a decir que tengo los ojos azules, lo odio.