Se marchó una noche, y el portazo que dio fue
tan fuerte que me desmontó por completo, y desde entonces tengo insomnio. No
sabría deciros cómo se superan esas resacas que sufres el día después de
emborracharte con falsas esperanzas, sólo sabría deciros que pueden durar mucho,
lo suficiente como para hacerte perder la noción del tiempo. Un día, de
madrugada, miras la vida pasar, y las manecillas del reloj matarte. Y ni
siquiera puedes sonreír. No, no puedes, sólo puedes cerrar los ojos e intentar
no dejar de respirar demasiado.
Supongo, ojalá, que algún dia nos enamoraremos
de alguien que no quiera irse nunca. Supongo que algún día empezaremos a ser
felices para siempre. Yo qué sé. Sólo os digo lo que sería bonito que sucediese,
pero yo de cosas bonitas sólo sé la forma que tenía de hacerme sonreír como un
tonto. La forma con la que aprendió a romperme con estilo. Yo ni me daba cuenta,
y casi que ni me hubiese importado. El amor, qué queréis que os diga, siempre me
ha convertido en masoquista.
Recuerdo los últimos minutos que pasamos
juntos. Fueron graciosos. Y mientras ella me cantaba "Knockin' On Heaven's Door"
al oído, yo simplemente me rompía como sólo las personas que están enamoradas
saben hacerlo. Me rompía sonriendo. Me rompía cuando le dije "Cariño, sólo tú
sabes hacerme el amor haciéndome daño". Y luego se marchó. Y, de repente, era
demasiado tarde. Como siempre
No hay comentarios:
Publicar un comentario