Poner buena cara y sonreir

viernes, 30 de marzo de 2012

Contigo.

Una mañana más despierto en la misma cama que tú y ni me he enterado de que has vuelto a robarme otra noche. De repente me despegas de la almohada y me llevas un rato a pasear por tus ojos, esos de color caramelo raro, que tan loca me vuelven. La verdad es que yo no cuento los segundos que faltan para volver a verte ni sé cuántos pasos tengo que dar para llegar hasta tu cama, solo sé que tardas, exactamente veintiún segundos en cerrar mi paseo y empezar a deslumbrarme con tu sonrisa. No puedo hablar de ella, se me traban las palabras cuando me diriges una, ni siquiera puedo escribir, mis dedos van locos y escriben lo que quieren. En este momento es cuando decido apartarme un poco de ti y mirar desde un poco más lejos, cómo pones esa cara de bebé y consigues que me parta el culo. No le hagas caso a nadie, a mi me encanta ver como se te sale la oreja, te enfadas y dices, “tío no me mires las orejas”. Y me encanta tocar esa marquita que tienes en la parte derecha de tu frente y saber que eres tú el que sigue en mi cama. Que trepar por tu espalda me parece el plan perfecto, y que, sentir las yemas de tus dedos en la mía, lo hacen aún más.

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